Construir un pequeño sistema, uno mínimo, un organismo unicelular que se propague según su fortaleza o perezca. Dejarlo épocas enteras librado al cambio, a la interperie, a la mutación que propone la supervivencia, cada tanto mirarlo y verlo nadar, deleitarse, correr de espanto, procrearse, o ver qué se consigue de alimento.
Tocarlo con la punta húmeda de un pincel de pelo de marta, hacerlo estremecer depronto. ¿Con qué intención? Entonces no hacerlo, cuidarlo de lejos, aprender a dejarlo, a no mirarlo.
Recorrer su hábitat, poblado e inmenso, microzoo de marañas flotantes, encontrarlo, ponenerle de nombre Plimba o soplarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario