6 de enero de 2009

traveling

El brazo que desnudo, nervioso, finalmente se escapa con el pretexto de acomodar las plumas que molestan rozándole la nuca, ya no sigue siendo un brazo firme, ya no sigue pareciendo determinado, mucho menos ahora, que adornado de guante, reloj y pulsera, trata de repeler lo que todo el resto del cuerpo está llamando.
Ojalá tuviera la determinación del sonido de los tacos en la calle adoquinada, o del vaivén de la cartera de piel de conejo, ojalá pudiera zafarse sabiendo que no volverá a sujetar con fuerza, dos noches después, el mismo antebrazo, suplicándole en silencio -Quedate.
Es que las parejas que nacen en las fiestas de la embajada tienen, sin duda, muchos movimientos cristalinos que van a contrapelo de las muecas pro sonrisas, comentarios extrovertidos envueltos de encanto sastre.

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